jueves, 9 de octubre de 2008

Ginés Liébana PINTOR Y ESCRITOR : "Cuando uno adquiere cierta experiencia se vuelve humorista"


--Para un pintor la paleta de colores es algo esencial. ¿Qué color tiene ahora su vida?

--(Se ríe). Tiene varios colores. Siempre he sido optimista. Creo que cuando se pasa muy mal en la vida o, por lo menos, cuando uno adquiere un cierto grado de experiencia se vuelve humorista. El humor es lo más importante; no el chiste, cuidado, me refiero a la ironía y al mirar las cosas con cierta distancia y sentido del humor. Eso, además, se aprende mucho en Córdoba. Yo soy un producto de Córdoba y de su campiña. Ahí es donde yo me he alimentado, tengo tantísima admiración y, además, muchos artistas estamos enriquecidos por esa tierra preciosa, ese paisaje, esa profundidad.

--¿Y los colores de su trabajo?

--Soy muy simple y muy clásico. Los colores son los de siempre. No empleo el blanco ni el negro, solamente el amarillo nápoles. Con tres colores enseño a pintar a la gente lo que sé, cielo natural, sombra natural y amarillo.

--Quiero pedirle que haga su propio autorretrato, pero en vez del pincel use palabras.

--(Vuelve a reír). Yo siempre me he entregado, eh. Soy un maestro de vampiros, sí; porque no es que yo tenga una energía. Descubro la energía que me rodea y la participo, la entrego a los demás. Soy, en ese sentido, un perro que descubre con el olfato la energía. He sido maestro de esos vampiros desagradecidos y he estado siempre en el mismo sitio. No he estado nunca en ninguna plataforma del compromiso ni nada, porque yo cambio constantemente, soy muy disperso. Llamo las cosas por su nombre. Cuando hago algo siempre intento comunicar otra cosa y parece ser que lo he conseguido, según me han dicho. Y luego la diversidad, que es muy grande, casi desbordante. Hacer algo que lo puedan hacer los demás me gusta compartirlo, no tengo sentido de la competencia. Y por eso conserva uno una vida que tiene gracia, aunque yo no lo he descubierto hasta el final. Eso lo he aprendido también en Córdoba. Sabes que soy cordobés desde los cinco años. Esa gente que tiene una cierta indiferencia está muy bien.

--Usted es más pintor que escritor, ¿no?

--Escribo de siempre. Las cosas que se publican ahora estaban publicadas en los 80. Lo que yo hago en la pintura no vende en el panorama actual de la pintura contemporánea, pero eso no me importa porque me divierte tanto hacer lo que hago que aunque no tenga éxito me da igual. Entonces, lo de la escritura lo he hecho desde la época de Cántico. Cuando estoy dibujando estoy escribiendo, soy un pintor literario. El surrealismo es la cosa más buena que se ha descubierto en el siglo XX y, sin embargo, lo han despreciado, está muy mal visto. Pero me parece tan interesante que lo sigo de cualquier manera.

--Una de sus señas de identidad son los ángeles. ¿Por qué no otras figuras, por qué no demonios, por ejemplo?

--Es que lo que pasa es que lo que llaman el ángel caído está muy visto. Toda la progresía, la literatura, el teatro y el cine están siempre con lo malvado, se ha puesto de moda. A mí me gusta mucho llevar la contraria y eso de estar todo el día hablando de las catástrofes, de la depresión cuando no hay motivo para tenerlo... La vida que hacemos ahora, qué alegría, vamos, el confort, comparado con lo que antes pasaba. Pero los intelectuales que se quedan en el adosado con el whisky y las zapatillas siguen enriqueciéndose con la miseria. Esa es una de las cosas más estúpidas que hay.

--Entonces por eso es lo de usar el ángel.

--El ángel lo he utilizado porque Córdoba es la ciudad del arcángel. Cuando llego a Córdoba de niño lo que más me sorprenden son los triunfos. Cuando era pequeño lo hacía de barro. Por eso me parece mal esa persecución que se hace ahora al arte clásico. Comprendo que todo está en decadencia, incluso la Iglesia, pero si no fuera por la figura del Cristo no existiría esa Roma llena de papas terribles, ni la arquitectura, ni la pintura, ni la filosofía, nada. Entrar en un convento tiene una poética que es inmarchitable en Córdoba. Nosotros que estamos educados en eso, ¡cómo vamos a renegar! Ahora está de moda meterse con eso y despreciarlo cuando ¿cuándo harán otra cosa igual?

--También enseña pintura.

--Lo hago porque no quiero olvidarme. La edad hace que te olvides de todo y como la técnica es algo muy elemental se olvida. Lo que hago es repetir casi diariamente la técnica. Y lo más noble que existe es el dibujo, lo más divino que hay en el arte porque ahí se parecen todos. Tú puedes ser Picasso, Rembrandt, todos se parecen porque es un papel y un lápiz, muy elemental y, al mismo tiempo, transmite el cuerpo, casi siempre desnudo, con lo que transmite. Puede ser enfermo, bello, triste. Ahí esta todo el germen del arte, es divino, es lo que más he hecho siempre. Empecé a pintar más tarde. Tengo montones de carpetas con dibujos y sigo dibujando, aunque esté la gente delante.

--¿Qué le inculca a los que aprenden?

--Primero, dejar de pensar, eso se lo digo a todo el mundo, es lo que da resultado. Primero dibujar mal intencionadamente siempre del natural, nunca de una estampa, y si es desnudo, mejor, la figura, la cara. Guardar los dibujos mal hechos y cuando pasan unos meses los ves y dices aquí me he equivocado. Es muy simple. Y aprenden muy bien porque todo el mundo tiene su talento. No creo que sean privilegiados, privilegiados por otra cosa.

--Usted se ha ganado la vida con el arte exclusivamente. ¿Cómo se las arregló? ¿Hubo momentos de apuro?

--Nunca. Lo que pasa es que yo siempre me he entregado. Desde niño, me entregaba a todo. Cuando tú te entregas, la gente se entrega a ti. Todo es un proceso muy divertido. Me entregaba a los periodistas, luego hice libros a mano, ejemplares únicos, sencillamente por afecto. Hay uno que he descubierto ahora hecho en 1939 con poemas de Pablo García Baena escritos a mano y quince dibujos míos. O bien es un azar. Luego tuve la suerte de no tener dificultades económicas por lo que sea, pero te juro que ha sido por entregarme porque cuando la gente ve